La confianza no es posible mientras nos comparemos con otras personas. No importa cuán bien nos veamos, cuán talentosos o inteligentes seamos, o cuán exitosos seamos, siempre hay alguien que es mejor o peor, y tarde o temprano nos encontraremos con ellos.
Creo que la confianza se encuentra en saber que Dios nos ama, dándonos cuenta de los dones que tenemos y estando agradecidos por ellos; entonces hacemos lo mejor que tenemos con lo que Dios nos ha dado para trabajar. La confianza nunca se encuentra en compararnos con los demás y competir con ellos.
Luchar siempre por mantener la posición número uno es un trabajo duro. De hecho, es imposible. Nuestra alegría no debe estar en ser mejores que los demás, sino en ser lo mejor que podemos ser para el Señor.
Oremos:
Te agradezco, Padre, que no tengo que ser mejor que los demás para ser aceptado por Ti. Soy confiado y seguro porque sé que me amas tal y como soy, me perdonaste, soy tu hijo. Gracias por la paz que viene cuando me niego a compararme con los demás.